Casa Cultivo
Todos los que han cultivado algo conocen el proceso: la tierra tiene que estar bien aireada y abonada, se ha de escoger la época del año adecuada para plantar la semilla, se han de conocer las necesidades hídricas y lumínicas de cada planta, se ha de regar y cuidar la planta, corregir su crecimiento, recoger sus frutos, podarla y comenzar de nuevo un proceso cotidiano que va configurando la planta a lo largo de las estaciones y los años. Lo curioso de toda esta serie de acciones es que, en el proceso, no solo la planta ha cambiado sino que también se ha producido un cambio en el que la cultiva, en la forma en la que percibe y se relaciona con su entorno, ese que ha modificado con su acción cotidiana.
Cuando visitamos el lugar donde debíamos construir esta vivienda, un apacible y soleado huerto en medio de una urbanización de periferia, tuvimos sensación de que nada de lo que ocurría en esa parcela debía ser cambiado. Los propietarios llevaban mas 30 años cultivándola y cuidándola. Conforme los clientes nos iban ensañando la parcela no pudimos evitar fijarnos en sus caras. Parecían no estar muy convencidos. Habían cuidado esa tierra y esos árboles todos los días durante tantos años que este huerto se había convertido en una extensión de ellos mismos, en parte de su identidad.
La solución adoptada fue la de trabajar con un objeto a medio camino entre la infraestructura agraria y domestica, que actuase como extensión del propio terreno, que permitiese a los dueños conservar casi en su totalidad la superficie de cultivo. Una construcción con la que explorar las características materiales, productivas y perceptivas del elemento al que se da continuidad, la tierra. Una casa bajo tierra. Una casa sobre la tierra. Una casa que es el mismo huerto. Una casa respuesta al paisaje ya existente, a las acciones que se desarrollaban en el, a la identidad del mismo como las de los que lo trabajaron. La casa es el lugar para cultivar unas vidas.























